top of page
Logos hotmart_Mesa de trabajo 1 copia.png

Las máscaras que también fui

  • Foto del escritor: Ivonne Casado
    Ivonne Casado
  • 24 jun
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 14 jul

-Un acto de amor hacia las versiones que me protegieron cuando aún no me atrevía a ser -

ree

Durante mucho tiempo, me vestí con capas que parecían mías. Y lo eran, no eran disfraces; eran construcciones amorosas que me sostuvieron cuando mi alma temblaba. Fueron sabias, fueron necesarias y me permitieron caminar erguida en escenarios de alto impacto, acompañar procesos profundos, compartir mi historia sin quebrarme.


Pero ahora, desde otro lugar más blando, más verdadero, más mío, puedo decirlo en voz alta: también fueron máscaras. Y hoy quiero nombrarlas, no para negarlas, sino para agradecerles su servicio y permitirles descansar.


No hay vergüenza en haberlas llevado; realmente, solo hay en mí, ternura y gratitud, porque todas ellas, a su modo, me enseñaron algo de mí:


La Sabia que no sangraba


Es esa parte de mí que aprendió a transmutar la herida en mensaje; fue ella la que me enseñó que se podía transformar el dolor en contenido, el silencio en reflexión, las lágrimas en belleza. Fue la que me permitió dar sostén a otros, incluso cuando por dentro temblaba. Aquella que bien sabe, que cuando miramos el dolor desde arriba, desde una perspectiva simbólica o espiritual, duele un poco menos, porque deja de ser caos y se vuelve mapa; al elevarlo, lo entendemos y, cuando entendemos, respiramos.


Y claro, me salvó muchas veces; cuando la vida me quebró y yo elegí escribir, nombrar y transformar. Cuántas veces no me he parado sobre escombros, con un cuaderno en la mano y una pluma para escribir en la otra y eso ha sido valentía, ha sido también magia.


Pero en cuantos otros momentos, esa misma sabia, me alejó de lo crudo, de lo vivo, de lo que todavía latía y dolía sin forma alguna. Porque a veces, esa rapidez para elevar lo vivido, se vuelve una forma sutil de evitar habitarlo. Como si ponerle palabras al dolor fuera una manera de no tener que sentirlo entero. Y ahí, el alma se puede quedar con hambre; porque hay dolores que no quieren ser entendidos aún, sino solo sentidos. Y lo crudo, lo que todavía late sin forma, también tiene derecho a existir antes de que lo conviertas en mensaje.


Por eso hoy la abrazo y le digo:"Gracias por protegerme con tantas palabras hermosas, pero también me doy permiso de sangrar, de mostrarme herida, y eso no me quita luz, me la devuelve. Hoy tengo derecho a no elevar todo lo que me duele, tengo derecho a quedarme un rato en el piso, con el pecho abierto y sin palabras. Y si un día no quiero escribir, ni enseñar, ni guiar, también eso es medicina, porque no todo necesita alquimia inmediata. A veces el alma solo necesita que la acompañen a doler, sin hacerle poesía"


La Alquimista de urgencia


Ella, la alquimista incansable, la que no soporta el caos si buscarle forma y que en cuanto algo se quiebra, comienza a buscar hilos para coserlo; es aquella que necesita que todo tenga un sentido, un propósito, un “esto me trajo hasta aquí”.


La he amado, porque gracias a ella he podido caminar entre ruinas sin perderme y porque me enseñó a ver belleza donde otros solo veían desastre, para así poder convertirme en guía, en narradora, en un vehículo, a través de mi voz.


Y sí, es mágica, pero también se cansa y la siento exhausta de traducirlo todo, agotada de tener que hacer del dolor una narrativa elevada, del vacío un mensaje, del quiebre un taller. Y entonces me pregunto:

¿y si esta vez no tengo que entender?

¿y si esta vez no tengo que explicar?

¿y si este dolor no es un portal, sino solo un dolor?

¿y si me dejo de transformar todo y simplemente lo habito?


Esa necesidad de buscar "sanación" en todo, cuando hay momentos que no quieren ser contenidos y emociones que no buscan utilidad. Hay tantos días en los que no quiero inspirar a nadie y solo quiero gritar, llorar, apagarme un rato sin tener que sacar una moraleja de eso.


Y no por eso dejo de ser mágica, de hecho, quizás ahí, en ese lugar donde no hago nada con lo que siento, también empieza una nueva forma de poder: aquella que no guía, que no enseña, aquella que solo es.


La Guardiana de la Coherencia Celestial


Y entonces llega ella, silenciosa y elegante, precisa como un oráculo. La que revisa cada palabra antes de que salga, observa cada imagen, cada frase, cada tono con un ojo agudo y un susurro severo:


“¿Eso refleja tu esencia? ¿Eso no contradice tu marca del alma?”


Y sí, ella tiene un propósito hermoso: cuidar lo que he construido con tanto amor y proteger ese legado de despertar memorias invisibles. Ella quiere asegurar que lo que comparto vibre en la misma frecuencia que lo que soy. Pero a veces, en ese intento de mantener el tejido firme, olvida que el alma también se descose para crecer y que la coherencia no es una línea recta, sino una espiral viva. Que hay verdades de ayer que no invalidan las de hoy, simplemente las transforman.


Yo, que tantas veces he hablado de esa coherencia como un acto de poder interior, hoy también quiero honrar la sagrada incoherencia, esa que no es mentira, ni impostura, sino el testimonio de que me estoy moviendo, y eso es señal de vida.


Porque no soy una estructura inamovible: soy cuerpo, luna, fuego, agua y aire y hay días en los que mi voz suena distinta; hay ideas que ya no me caben y palabras que se desdibujan para abrir espacio a otras más verdaderas.


Hoy elijo permitirme la contradicción sin culpa, elijo hablar desde la versión que soy ahora, aunque contradiga a la de antes, porque eso también es coherencia: ser fiel a lo que arde hoy, no a lo que encajaba ayer.


Hoy, ya no me escondo detrás de ellas.


Hoy, me permito ser muchas cosas a la vez: líder y vulnerable, guía y aprendiz, fuerte y quebrada, luz y sombra. No quiero una voz perfecta: quiero una voz viva.


Y si tú también has llevado máscaras hermosas, necesarias, poderosas, quiero que sepas que quitártelas no es traición, es un acto de fidelidad a la piel que hoy te habita.


¿Cuáles son tus máscaras más bellas y más pesadas?

¿Cuáles ya cumplieron su ciclo?

¿Qué voz está lista para hablar sin disfraz?


Gracias por leerme, gracias por acompañarme también en este despojo amoroso, porque también este camino de mostrarnos sin filtros, se hace más llevadero cuando hay testigos del alma.



Comentarios


bottom of page