Fuego he venido a traer a la Tierra
- Ivonne Casado
- 11 abr 2015
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 23 abr

"Fuego he venido a traer a la tierra, quiero que arda sin descansar…"
Así cantaba a los nueve años, como parte de un himno misionero. Pero hoy, más de 30 años después, rescato esas palabras porque nunca las he olvidado, ni quiero hacerlo jamás.
Amo estar frente al fuego. Podría pasar horas contemplando la vida que encierra: el baile hipnótico de sus llamas, la mezcla perfecta de colores, el poder contenido en algo tan aparentemente simple como una chispa. Desde la pequeña llama de un fósforo que puede iluminar una habitación oscura, hasta el calor que crea el ambiente perfecto para el amor, o la fuerza devastadora de un incendio que arrasa todo a su paso.
El fuego lo contiene todo: creación, transformación y destrucción.
Todas las emociones humanas pueden relacionarse con el fuego. Cuando sentimos pasión y nuestra piel arde, hay fuego. Cuando hervimos de rabia, lo sentimos en nuestra mirada. Cuando hablamos de fortaleza espiritual, describimos a Dios como un fuego que quema por dentro. En momentos de unión y fraternidad, nada simboliza mejor el calor del corazón que el fuego de una hoguera. Así, el fuego puede resumir la vida misma: encenderse, arder y transformarlo todo.
Con la reciente muerte de Eduardo Galeano, he recordado uno de sus textos que más atesoro: El mundo. En él, Galeano dice que "somos un mar de fueguitos" (http://youtu.be/DaU1Pv4u1ws) — fuegos pequeños y grandes, fuegos serenos y fuegos locos, fuegos de todos los colores. Pero lo que más me conmueve es cómo describe a esos fuegos especiales:
"Hay fuegos que arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende."
Eso quiero ser. Quiero ser uno de esos fuegos que brillan con intensidad, un fuego loco que nunca deja de arder, de sentir, de transformar. Quiero ser ese fuego que enciende la vida de quienes se acercan, que inspira y despierta.
Porque el fuego no solo ilumina; el fuego mueve, quema y crea. Y hoy, como cuando tenía nueve años, siento que mi propósito sigue siendo el mismo: traer fuego a la tierra, y asegurarme de que nunca deje de arder.
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