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¿Por qué callar si nací gritando?

  • Foto del escritor: Ivonne Casado
    Ivonne Casado
  • 16 jul 2016
  • 2 Min. de lectura

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Encontré estas palabras ayer en el muro de una amiga. Desde que las leí —y pido disculpas por no conocer al autor—, algo en mi interior se encendió, llevándome a este nuevo grito de hoy:


A gritar que tengo días buenos y días malos.

A gritar que, incluso en medio de las lágrimas, se puede encontrar paz.

A gritar que amo con furia.

A gritar con mis ojos lo que mi boca no es capaz de decir.

A gritar que quiero a quienes me quieren, pero también a quienes me critican, porque ellos me empujan a ser un poco más yo.

A gritar que quien conoce la peor versión de mí tiene el privilegio de recibir lo mejor de mí, sin reservas.

A gritar, con el rojo de mis labios, que así de rojo es mi corazón y la sangre que hierve en él.

A gritar que odio las mentiras y el engaño.

A gritar que, en días como hoy, necesito un abrazo… de esos que te arreglan desde adentro.

A gritar que amo a quien más huelo, porque su aroma permanece en mí para siempre.

A gritar que, cuando me tienen, no dejo nada guardado.

A gritar que soy madre, con más errores que aciertos, pero con amor en cada paso.

A gritar la emoción que siento al disparar mi cámara, al compartir cada imagen con el mundo, y al dejar un pedacito de mí en cada una de ellas.

A gritar que puedo morir en un beso y renacer en un abrazo.

A gritar que, en medio de la fuerza que la vida me ha enseñado, hay una fragilidad que a veces pide ser sostenida.

A gritar que puedo llorar con el sonido de un piano o las cuerdas de una guitarra, de la misma forma que pueden acelerar mi corazón y sacar la gitana que llevo dentro al ritmo de un flamenco y una pandereta.

A gritar que amo bailar hasta que me duelan los pies, tanto como amo un domingo perfecto de arrunchis.

A gritar que el viento de la madrugada en mi cara me hace sentir viva, y que no hay mejor paleta de colores que la transición del negro al azul más claro en un amanecer, o la belleza del sol muriendo al final del día.

A gritar que soy fuego, y quiero llevarlo por donde pase.


Y, por último:

A gritar que amo con locura, y que a veces, sin razón aparente, celebro la libertad de decidir cada segundo de mi vida.







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