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La foto que me recordó lo que ya era, incluso sin saberlo

  • Foto del escritor: Ivonne Casado
    Ivonne Casado
  • 25 jul
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 26 jul

-Una historia sobre imágenes invisibles, corazones que laten luz, y deseos que no eran imposibles-

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Dicen que las lunas nuevas son tierra fértil, pero a veces no sembramos semillas, sembramos memorias.


Hoy me encuentro escribiendo esto mientras afuera una luna nueva comienza a nacer. Y sí, podría decirse que esto es parte de mi siembra. Han pasado exactamente nueve meses; sí, un embarazo completo, en este caso de una vida que hace años soñaba, pero no me atrevía a vivir y que hoy la vivo desde el placer de sentir cada día.


Una vida que no nació de un salto al vacío, aunque a veces lo parezca, sino que fue un deseo que vino hablándome primero en voz baja, como anhelo, luego con muchas preguntas, durante momentos de revolución en mi vida; y al final, como un gran fuego encendido en mi pecho, un fuego que volvía a despertarse en mí, con la fuerza de una certeza que ya no podía negar.


Hace unas semanas encontré un video olvidado en un rincón de YouTube. Un Live de hace cinco años, en pleno encierro pandémico, donde ahí estaba yo, sentada frente a la cámara, con una mezcla de nostalgia, intuición y esperanza; y frente a mí, un colega argentino, coach, sabio y provocador, me lanzó una pregunta que hoy todavía me estremece:

“Si esta cámara de fotos instantáneas pudiera tomar una imagen de tu corazón… ¿qué mostraría?”

Primero, un poco de silencio, que siempre nos regala sabiduría, respiré y respondí:

“Probablemente… no saldría la imagen, se velaría, porque mi corazón está lleno de luz.”

Ni yo sabía bien lo que acababa de decir, en ese tiempo no hablaba aún de chakras, ni conocía profundamente el mundo de lo invisible, ni había recorrido los mapas simbólicos que hoy son mi brújula, pero hoy estoy segura, que esa frase no vino de mi mente, vino de mi alma, que ya estaba comenzando a Recordar.


Hoy, cinco años después, entiendo lo que entonces no sabía nombrar. Esa luz de la que hablé habita justo en el centro de nuestro cuerpo sutil, no en el cuerpo físico, sino en ese campo que lo circunda. Lo llamamos chakra cardíaco ó chakra del corazón, el mismo lugar donde me señalo cuando digo “yo soy”. El epicentro de la expansión, el puente entre el cielo y la tierra, ese que recibe la energía del alma para irradiarla en cada gesto, en cada palabra, en cada acto de amor.


Y hoy, esa luz ya no la imagino, la vivo, la elijo y la comparto.


Durante décadas trabajé en un banco y muchas veces cantaba, en voz baja y para mí misma— esa canción de La Oreja de Van Gogh "Deseo de cosas imposibles" que decía:

“Igual que el poeta que decide trabajar en un banco, sería posible que yo en el peor de los casos, le hiciera una llave de judo a mi pobre corazón, haciendo que firme llorando esta declaración…”

Y sí, esa poeta era yo.


Pero hoy, ese deseo que creí imposible, es mi realidad encarnada. Ya no soy la guerrera que sostenía el deber en un traje de poder, hoy soy la maga que se viste de fuego y verdad, que me dejo guiar por mi imaginación y con la luz que recibo en mi corazón; iluminando así, con mi voz como vehículo a mi entorno y despertando memorias invisibles en otras mujeres que, como yo, un día se atrevieron a imaginar y al hacerlo, comenzaron a recordar.

Porque imaginar no es soñar sin acción, imaginar es recordar lo que somos y que hemos olvidado; es sembrar una imagen en la tierra fértil del alma y dejar que el tiempo la riegue con intuición, valentía, pasión, perseverancia y deseo.


Hoy, en esta luna nueva, te invito a imaginar, a sembrarte a ti y a tu verdad; a mirar dentro de ti y preguntarte:

“¿Qué mostraría una foto instantánea de tu corazón... hoy?”

Tal vez, no salga, porque la luz, cuando es real, a veces no cabe en una imagen, pero puedes confiar en que sí, puede encender una vida. En mi caso, la que hoy vivo desde mi nuevo y profundo "yo soy".

 
 
 

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