IntegraMENTE FUEGO
- Ivonne Casado
- 9 may 2023
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 10 abr

Regresé de unos días de descanso visitando a mi mamá y compartiendo en familia. En medio de esos momentos, me encontré con un pequeño álbum, uno de esos que mi mamá solía hacer, titulado "Recuerdos de 1982 y 1983".
Por esa época yo tenía 8 años. Al ver las fotos, reviví algo que he compartido antes: esa impronta que quedó grabada en mí desde niña, cuando cantaba el himno de la infancia misionera: "Fuego he venido a traer a la tierra, quiero que arda sin descansar."
Ya en aquel momento de mi vida, mi alma conectaba con un propósito superior: servir, iluminar a quienes me rodean y acompañarlos a brillar, a encender su propio fuego. Ese fuego que no se ve pero se siente, ese espíritu interior que nos sostiene, que nos da vida. Es como las raíces de los árboles: invisibles bajo la tierra, pero fundamentales para que el árbol pueda sostenerse y crecer.
Hoy, al recordar esas palabras y esa conexión de la infancia, siento gratitud y certeza. Gratitud por ese propósito que siempre ha estado presente, y certeza de que ahora puedo ser lo que siempre imaginé. Puedo volar hacia mi libertad y serlo aquí y ahora, plenamente.

No creo en las casualidades. Mis últimas publicaciones han coincidido con imágenes de alas en mi espalda, invitándome a volar. Y, en esta ocasión, esas alas se complementan con el gesto de juntar mis manos. Hace poco me explicaron que este gesto, más allá del significado de oración con el que muchos crecimos, tiene también un sentido físico: une el hemisferio derecho con el izquierdo del cerebro, creando un puente entre ambos.
Para mí, este gesto simboliza algo aún más grande: la integración. Es el regalo de recordar que no hay separación, que somos un solo ser completo. Es un recordatorio de que en este momento, aquí y ahora, puedo declarar con convicción: YO SOY.
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