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El tren, los Libros y la Magia de Imaginar

  • Foto del escritor: Ivonne Casado
    Ivonne Casado
  • 27 feb
  • 3 Min. de lectura

Actualizado: 9 abr



Muchas veces he escrito desde las sillas de los aviones en vuelos largos y cortos, pero nunca como hoy, desde un café a las ocho de la mañana en un día hábil, cuando hace algunos meses era algo casi imposible, pero aquí estoy hoy, volviendo a recordar a esa niña de ojos curiosos, que aprendió a hablar, casi antes que a caminar y que desde sus 6 o 7 años, se sentaba junto a la ventana esperando a que pasara el tren, porque su gran ilusión era que ese tren, algún día no fuera un tren de carga y algunos pasajeros me saludaran.


Cada tarde, en las manos de esta pequeña, ella sostenía un libro que a menudo eran cuentos, uno de sus favoritos, el tomo de cuentos de otros países de la enciclopedia de "El Mundo de los Niños", y que relataban historias nórdicas, llenas de paisajes tan distintos a los que veía, de dioses y héroes que aún viven en su memoria hasta hoy. Mientras el sol se apagaba cada tarde, aquella pequeña viajaba sin moverse, sumergida en cada historia. El silbato del tren resonaba y ella corría a verlo, esperando que su imaginación fuera real viendo cumplirse sus sueños.


Además durante largas temporadas y luego muchos años mas de su niñez, esa niña se perdía en la biblioteca de sus abuelos, rescatando esas historias que la hacían creer desde ese entonces, en las historias que le hablaban de muchos temas más allá de lo visible y que le hicieron creer en esa Magia que sigue viendo en ella, cada día más.

Esa niña era yo. En esos años descubrí que los libros son mágicos: podían convertirse en mis alas cuando quería volar, en mi refugio cuando necesitaba consuelo y en mi maestro silencioso en cada etapa de mi vida. Las páginas de los libros de mis abuelos y cada uno de esos cuentos en los que me sumergía me enseñaron valores, despertaron mi curiosidad y me conectaron con personas y lugares que nunca habría conocido de otra manera. Ahí, entre esas páginas, además incentivada por, especialmente mi papá, nació la semilla de mi amor por la literatura y la certeza de que las historias tienen el poder de transformar nuestras vidas.



Han pasado los años y aquella niña sigue viviendo en mí, con la misma mirada asombrada cada vez que abro un libro nuevo. Y hoy, aquí en este café, ese asombro se convirtió en emoción al recibir la noticia de haber sido nombrada embajadora de la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2025 (FILBo 2025). Y es así, como cierro mis ojos por un momento y me veo de nuevo junto a aquella ventana, sintiendo que de alguna forma todos esos relatos leídos me condujeron hasta aquí. Sentí una profunda gratitud: hacia mis abuelos, hacia mi papá, que me mostraron el camino de las letras, y hacia la vida, por permitirme honrar ese legado.


Ser embajadora de FILBo 2025 es mucho más que un título honorífico para mí. Lo asumo como una misión y un compromiso con mi propósito de vida. Significa tener la oportunidad de construir puentes de palabras entre generaciones, de inspirar a otros a descubrir la magia que habita en los libros y de devolver un poco de todo lo que la literatura me ha dado. Creo fervientemente que cada libro que leemos siembra una semilla en nuestra alma, y este rol me permitirá esparcir esas semillas en muchos corazones, ayudando a que germinen nuevas historias, nuevos sueños.



Este reconocimiento, además de honrar mi trayectoria, me impulsa a continuar trabajando por un legado de amor por la lectura, la que siempre he querido cultivar en mis hijos, la que hoy incluso mi esposo me dice, que ya no caben más libros alrededor mío por toda la casa.

Hoy cierro los ojos y sonrío. Escucho a lo lejos el eco de un tren, como aquel que esperaba en mi niñez, y entiendo que mi viaje continúa. La niña que leía cuentos frente a la ventana estaría orgullosa de saber en qué se han convertido sus sueños.


Este nombramiento como embajadora de la FILBo 2025 no es un destino final, sino el comienzo de una nueva aventura entre páginas y lectores, una aventura que espero vivir con la misma ilusión de aquella pequeña que descubría el mundo desde la biblioteca de sus abuelos.


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