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La Felicidad de lo Cotidiano

  • Foto del escritor: Ivonne Casado
    Ivonne Casado
  • 24 feb 2016
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 23 abr


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Hace varias semanas, que ya se han convertido en meses, que no escribía, pero no el mismo tiempo en que no sentía o no vivía. Como siempre, mil pensamientos se revolotean en mi cabeza, otros tantos se agolpan por salir de mi garganta, y unos más le gritan a mis dedos que vuelvan a escribir, a liberar, a soltar...


Hace unos días, estuve sentada con una copa de vino junto a una muy buena amiga, que hoy felizmente tiene una linda familia, un gran esposo y unos maravillosos hijos. Conversábamos, como siempre, sobre las parejas, los grandes amores, los matrimonios fallidos, y sobre cuánta expectativa le ponemos últimamente a encontrar una pareja.


Pero, cuando realmente nos detenemos a pensar en esos momentos en los que hemos estado verdaderamente enamoradas, casadas o emocionalmente felices (sin dejar de lado la familia y los hijos, que en sí mismos son otra historia profunda de felicidad), podemos ver que la verdadera felicidad en el amor es acumulativa.


Y que normalmente no somos realmente felices con grandes lujos, regalos o fiestas extravagantes, sino que la verdadera felicidad radica en las pequeñas cosas cotidianas, esas que suman momentos de amor y alegría a diario:


Cuando un “avísame que llegas bien” te hace sentir especial y saber que le importas.

Cuando un abrazo inesperado por la espalda te derrite y no quieres que se acabe.

Cuando caminar cogidos de la mano en un domingo cualquiera te hace sonreír sin querer.

Cuando una llamada para decir “buenos días” o una “buenas noches, que duermas rico” despiertan mil mariposas dormidas en tu interior.

Cuando un beso en medio de la calle hace que el corazón quiera salirse de tu pecho.

Cuando aprendemos a reírnos de nuestros defectos.

Cuando un fin de semana sin plan, si estás con esa persona, se convierte en una gran oportunidad de sonreír.

Cuando el silencio de dos no genera angustia, sino paz.

Cuando reconoces amor en el olor del otro.

Cuando aprendes que un café, no importa la hora, siempre es bienvenido.

Cuando te ríes al conocer los pequeños detalles que nos obsesionan.

Cuando cualquier programa de TV tiene sentido solo si estás en el abrazo correcto, sin importar el final.

Cuando sabes que puedes hablar por horas, mientras las manos entrelazadas juegan y no se cansan, y esa paz y tranquilidad llenan tu interior.


Y así, miles de pequeñas cosas que hoy me llevan a seguir creyendo, a seguir soñando, a seguir apostando.


Como lo dije meses atrás, y como sentí esta madrugada al compartir nuevamente las palabras de Frida Kahlo sobre el amor que nos merecemos: hay un “valiente” y cómplice para cada quien.


Encontrar en otros ojos ese mundo nuevo lleno de detalles y pequeñas e infinitas cosas que nos cuentan que, en "un día a la vez", lo cotidiano puede llenarnos de felicidad...



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