top of page
Logos hotmart_Mesa de trabajo 1 copia.png

El secreto de mi tristeza: lo que se calla mientras se brilla

  • Foto del escritor: Ivonne Casado
    Ivonne Casado
  • hace 19 horas
  • 3 Min. de lectura

-Secretos que me Visten-


No sé exactamente cuándo comenzó.Pero sé que fue temprano.


Quizás fue el día en que me di cuenta de que ser fuerte era más seguro que ser sensible ó la primera vez que sentí que mi alegría era más bienvenida que mi llanto. O quizás, fue mucho antes, cuando todavía no sabía ponerle palabras a lo que dolía, pero ya entendía —con ese lenguaje invisible que aprenden las niñas— que algunas emociones debían esconderse, suavizarse, diluirse en la sonrisa.


Y yo sonreía.


Fui la niña que siempre sacaba buenas notas. La que hacía preguntas brillantes. La que organizaba, resolvía, cuidaba. La que los adultos miraban con admiración. La que nunca daba problemas.


Y ahí, en ese lugar tan cómodo para los demás, comencé a edificar una parte de mí que brillaba con luz propia, pero que sin darse cuenta, estaba escondiendo otra parte de sí, muy importante: la que también quería llorar. La que se cansaba, la que tenía miedo, la que sentía una tristeza suave, persistente, que nadie parecía notar.


Porque lo que nadie te dice es que la alegría también puede volverse un disfraz. Una capa hermosa que usamos para no incomodar, para no preocupar y para que todo siga funcionando.


Durante años, llevé esa alegría puesta con orgullo. Y no miento, era una alegría real, claro que sí, yo no estaba fingiendo. Pero tampoco me mostraba completa. Había una parte de mí que no tenía espacio en medio de la alegría. Esa tristeza antigua y que no venía debido a algún evento puntual, ni tampoco por una pérdida concreta.


Era una tristeza un poco más profunda. De esas que vienen de mirar a los otros con tanto amor que me había olvidado de mirarme a sí misma. Esa tristeza que se arraiga, de sostener tanto que ya no sabes cómo soltar. Aquella, que de cumplir tantas expectativas, sientes que se te va apagando la voz interna.


Esa tristeza me acompañó en muchas reuniones, en medio de la alegría cuando celebraba los logros, en cada grado... así silenciosa, como un suspiro que no se suelta. Como esas lágrimas que están, pero que no se atreves a caer.


Y yo seguía sonriendo.


Hasta que la vida me detuvo. Claro, con sus formas sutiles y también con sus sacudidas. Y justo ahí tuve que mirar a mi tristeza. A esa parte de mí que se había vestido de éxito, pero que seguía pidiendo ternura.


Fue incómodo. Fue revelador.


Porque entendí que esa tristeza no era debilidad. Hacía parte de mi historia. Ahí en ella, estaba la memoria de todo lo que callé por cuidar a los demás y ella, además era la huella de todas las veces en que me abandoné para no incomodar.


Y cuando por fin le permití estar, algo se aflojó dentro de mí. Ya no necesitaba esconderla.Ya no necesitaba sonreír por obligación.


Hoy, esa tristeza no ha desaparecido, pero ya no me asusta. La reconozco y la abrazo. Y cada vez que me visita, me recuerda que soy humana. Que no tengo que poder con todo. Que no vine a este mundo a sostener sola. Que mi valor no está en cuánto brillo, sino en cuánto me permito ser.


Y entonces, desde ese lugar más verdadero, más completo, más mío…puedo sentir mi tristeza y también volver a sonreír. Pero esta vez, sin disfraz, porque ya no necesito demostrar nada. Ya no necesito esconderme detrás de mi luz.


Hoy sé que mi tristeza también me viste. Y me viste de humanidad, de compasión, de profundidad. IntegraMENTE de mí.


Por eso hoy quiero dejarte esta pregunta, no como un reto, sino como una caricia:


¿Qué alegría construiste… para no mirar lo que dolía?


 
 
 

Comentários


bottom of page