De ROJO en medio de BLANCO
- Ivonne Casado
- 11 nov 2015
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 23 abr

Creo que es simple casualidad haber encontrado estas dos fotos de mi pequeña hija, con varios años de diferencia, vestida de rojo en medio del blanco que usaban sus compañeritas de jardín y del colegio.
Y hoy creo que esas fotos son solo un símbolo que me llevó a pensar sobre cómo podemos sembrar la capacidad de decisión en nuestros hijos, cómo podemos fortalecer su autoestima y sus convicciones, para que no importe el momento que vivan ni las presiones con las que se encuentren, cuando tomen decisiones puedan mantenerse firmes en ellas.
Pido disculpas de antemano si con el ejemplo que voy a usar puedo herir algún sentimiento, ideología o religión. Quiero apartarme del tema religioso para entender más bien el contexto de lo que lleva a nuestros niños a actuar de una forma u otra.
Para nadie es un secreto que, entre los 9 y 10 años, quienes crecimos en una cultura y familia católica, llega el momento de hacer la primera comunión. Los niños tienen la oportunidad de dejar de usar saco para ponerse un blazer, las niñas sueñan con llevar su hermoso vestido blanco y, claro, muchos disfrutan pensar en los regalos y la celebración que acompañan el evento. Como mencioné antes, no estoy en contra de eso, ni de la preparación católica del Sacramento, pero creo que este es un ejemplo perfecto en el caso de mis hijos respecto a tomar una decisión.
Tanto mi esposo (que hoy no vive) como yo, al tener a nuestros hijos, tuvimos claro que, a pesar de ser muy creyentes en nuestra doctrina cristiana, ellos serían quienes forjarían su fortaleza espiritual interna.
Así fue como, unos meses antes de que Mauricio muriera, llegó el momento de la primera comunión en el colegio de nuestro hijo mayor. Le dijimos que era su decisión si quería hacerla o no, y que, cualquiera que fuera su decisión, lo íbamos a apoyar. Sin embargo, debía compartir con nosotros sus razones, y la única que no aceptábamos era “porque todos los demás lo harán”.
Él mismo nos dijo que no la quería hacer porque, aunque lo veía bonito, consideraba que el hacerlo no lo acercaría más a Dios de lo que ya estaba. Cuando ya faltaba un mes para la ceremonia, volví a preguntarle, no sabiendo si el duelo por la muerte de su papá lo había hecho cambiar de opinión. Pero se mantuvo firme, y en vez de hacerla, pidió que lo acompañáramos para estar con sus amigos, si ellos consideraban que ese día era importante. Así fue, un día hermoso que compartimos con la familia, apoyando a sus amigos.
Este año, la misma situación se presentó con mi hija. Fue igual: era su decisión, pero debía tomarla con tiempo para saber cómo actuar. Durante varios meses, siempre me dijo que no la quería hacer, y respeté su decisión. Pero tomar decisiones no siempre es fácil, y llegó el momento, faltando dos semanas para la primera comunión, en un colegio de niñas, con ensayos todos los días, con noticias de los vestidos, etc. Un día (menos de una semana antes de la fecha), llegó a casa y me dijo: “Mamá, creo que sí quiero hacerla, no porque todas la hagan, sino porque yo quiero”.
Ahí fue cuando tuve que intervenir y le dije: “No, mi amor, no es tan fácil, te he preguntado por meses y meses, te has mantenido en tu posición, y ahora, a 8 días, no es fácil moverlo solo porque lo quieres. A veces, debemos mantener las consecuencias de nuestras decisiones”. Al final, le dije que si en su corazón, en lo más profundo, ese era su deseo, el siguiente año la podría hacer.
Lo mejor vino cuando ella me pidió acompañar a sus amigas:
Yo: "Está bien, princesa, vamos y acompañamos a tus amigas en la ceremonia".
Mi hija: "Mamá, listo, entonces quiero ponerme este vestido rojo"
Yo: "¿Rojo? ¿Estás segura? ¿No te parece mejor el rosado? Recuerda que todas tus amigas estarán de blanco" (para mis adentros pensaba que al ir de rojo podría verse como un acto de rebeldía, pero esa no era la idea).
Mi hija: "No, mamá, tú me has dicho que defienda mis decisiones, y este es el vestido que quiero usar. Es el más lindo, el más elegante, y quiero ir así a acompañar a mis amigas".
Al final pensé que ella tenía razón, y me dije: “Bueno, en los matrimonios las damas van de colores”, así que acepté.
¡Qué lección! Para mi hija, no fue fácil no tener su vestido blanco de primera comunión y estar diferente a todas sus amigas ese día. Mantener su decisión le costó un poco por la presión, pero, a pesar de todo, ella quiso estar con sus amigas.
Al final, al llegar al lugar, todas la abrazaron, le dijeron que estaba hermosa, le dieron un lugar VIP en la ceremonia, las profesoras la abrazaron, y las niñas querían fotos con ella. Así que la rebeldía del color rojo se quedó en un simple acto de valentía, y ella sintió una gran alegría al ver cómo su decisión fue respetada y aceptada.
Esta experiencia me deja la lección: no importa la edad, siempre tenemos la capacidad de elegir. La capacidad de tomar decisiones, y hoy le doy gracias a Dios y le pido sabiduría para entenderlo cada día y transmitirlo a mis hijos: Que, frente a cualquier situación que les ponga una presión social, ellos puedan mantenerse firmes en sus decisiones y en su fortaleza interna, sin importar lo diferentes que podamos ser.
Al final, el ROJO EN MEDIO DEL BLANCO siempre se verá y brillará cuando nuestra fuerza interior esté viva.
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