El asombro escondido en lo cotidiano
- Ivonne Casado
- hace 7 días
- 2 Min. de lectura

Hace unos días, un miércoles cualquiera, a las tres de la tarde, estaba sentada en una sala de cine. A mi lado, mi mamá y mi hija: tres generaciones, un mismo tiempo, una misma escena.
La película era sencilla, de esas que se olvidan rápido, pero no importaba. Lo inolvidable era estar allí, compartiendo diálogos y silencios, luces y sombras en la pantalla, mientras afuera la ciudad corría con sus prisas habituales.
Me quedé pensando en lo improbable de ese instante, porque hubo un tiempo en que yo no podía permitirme nada parecido. La vida era una agenda apretada, un calendario inflexible, una cadena de compromisos que me dejaban sin espacio para lo que más amaba. Un miércoles a las tres de la tarde en el cine era un lujo inalcanzable, un sueño relegado a “algún día”.
Ese día comprendí que el “algún día” había llegado y que había llegado disfrazado de lo más cotidiano.
La vida se transforma en los gestos más simples. No fue un gran acontecimiento lo que me llevó hasta allí, sino un tejido de pequeñas decisiones: apagar la computadora, soltar la urgencia de los pendientes, elegir lo importante sobre lo inmediato. Decisiones tan pequeñas que parecen invisibles, pero que, con el tiempo, cambian todo el mapa. Así, poco a poco, fui llegando a esta vida que antes solo podía imaginar.
El asombro me encontró en la oscuridad del cine, me abrazó en el crujido de las crispetas, en la risa espontánea de mi hija, en la mirada serena de mi mamá. Me recordó que lo extraordinario no siempre llega con fanfarria, sino en lo cotidiano, cuando dejamos espacio para habitarlo.
Y es por estas pequeñas decisiones que he aprendido a ver todo distinto: el café compartido en la mañana, una caminata breve, el abrazo que dura un segundo más de lo esperado. Pequeños rituales donde la plenitud se esconde esperando a ser notada.
Hubo un tiempo en que yo corría tras la vida, creyendo que la plenitud llegaría al final de una meta lejana. Hoy entiendo que la plenitud está aquí, en cada instante que elijo.
Y que el asombro no es un regalo esporádico, sino una manera de vivir.
✨ Quizá por eso ese miércoles fue tan especial: porque me recordó que lo soñado no siempre se viste de épico. A veces se sienta a tu lado en una sala de cine, y te mira con los ojos de tu madre y de tu hija.
Y entonces, lo cotidiano se vuelve eterno.
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