Una protesta silenciosa a través del cuerpo
- Ivonne Casado
- 24 may
- 2 Min. de lectura
Actualizado: hace 4 días
La Vegetariana – Han Kang
Letras que me visten

Hay libros que no buscan gustar. Hay libros que duelen. Que incomodan. Que te dejan con un nudo que no sabes si es rabia, tristeza o comprensión. La vegetariana es uno de esos libros, y por eso mismo, tenía que reseñarlo.
Este libro lo leimos junto a @lasdelbookclub al inicio del año, y me de dejó en silencio al terminarlo. Pero no por indiferencia, sino porque sentí que cualquier intento de describirlo con palabras le quedaba corto a lo que el cuerpo —sí, el cuerpo— había sentido y podía describir.
Es así como la protagonista, Yeong-hye, toma una decisión que en apariencia es mínima: dejar de comer carne. Pero esa decisión, tan íntima, tan aparentemente “irracional”, es en realidad una grieta, un acto radical, una forma de decir “no” en un mundo que no le ha dejado decir nada.
Y así comienza el descenso —o un gran ascenso, depende del ángulo desde el que lo miremos— hacia un estado donde las palabras dejan de servir. Donde el cuerpo se convierte en el único territorio posible para resistir, para desobedecer, para expresar lo que no se pudo nombrar.
De esta forma, llego a decir, que La vegetariana no es un libro sobre comida. Es un libro sobre control, sobre opresión, sobre una feroz feminidad silenciada. Es un libro sobre los límites del lenguaje y sobre cómo, cuando ya no hay más formas de decir, el cuerpo grita lo que la voz se calla.
Y sí, es incómodo: el padre violento, el cuñado que erotiza y cosifica. Una hermana que no comprende y una psiquiatría que “normaliza”. Una sociedad que quiere que las mujeres obedezcan… sin importar si están vivas por dentro.
Pero en medio de todo eso, Yeong-hye se planta como un árbol que se niega a florecer en primavera. Porque su cuerpo ya no está dispuesto a seguir funcionando para otros y porque ella, sin decirlo, ha dicho todo.
Para muchas personas, su silencio es enfermedad, pero para mí, fue un acto de libertad.
Este libro entra a Letras que me visten no porque sea una lectura fácil o dulce, sino porque me dejó pensando durante semanas. Porque me recordó que a veces, la rebelión más profunda ocurre desde la pasividad, desde no ceder más, desde no tragar más, desde no cumplir más.
Y porque, al final, vi algo de mí en esa mujer que eligió no actuar…… y en ese no actuar, se convirtió en su única posibilidad de ser.
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