top of page
Logos hotmart_Mesa de trabajo 1 copia.png

El secreto de no sentirme suficiente

  • Foto del escritor: Ivonne Casado
    Ivonne Casado
  • hace 3 días
  • 3 Min. de lectura

-Aunque haya dado tanto, aunque haya sido tanto, aún me lo pregunto-

Hay una pregunta que no siempre digo en voz alta, una que me ha acompañado más tiempo del que quisiera reconocer y que se que no me grita, pero siempre me habla al oído. Especialmente cuando la casa está en silencio, cuando el día termina, cuando ya no hay nadie más a quien cuidar, ni ningún rol que interpretar.


¿Será que ya es suficiente?

¿Ya di lo que tenía que dar?

¿Ya valgo lo suficiente, para descansar?

¿Para habitarme sin más exigencias?

¿Para simplemente ser?


Y lo curioso es que no me lo pregunto desde la inseguridad, yo sé quién soy y sé lo que he construido. Sé cuántas vidas he tocado, cuántas palabras he entregado, cuántas veces me he reconstruido, pero hay una parte de mí, una que es muy antigua y que viene de lejos, que aprendió a asociar amor con rendimiento, valor con utilidad y descanso con culpa.


Esa parte se volvió experta en sostener, en siempre cumplir, dando más y en ir un poco más allá. Y claro que lo hice, una y otra vez, desde el corazón, sí, pero también desde ese mandato invisible de que siempre hay algo más que probarte a ti misma, ¿o será al mundo o a la sociedad o a nuestros padres?. Una nueva meta, un siguiente nivel, un reconocimiento más.


Durante años, fui la mujer que no se detenía jamás, la que seguía adelante, incluso cuando ya no tenía fuerzas, o lo que es peor, incluso cuando nadie lo pedía. Porque yo sí me lo pedía; y es que esa parte mía no sabía diferenciar entre hacer mucho y valer mucho.


Y así, incluso en mis logros más grandes, a veces aparecía esa vocecita:

“Sí, estuvo bien, pero podrías haber hecho más.”

“Sí, fue lindo, pero no era el momento de bajar la guardia.”

“Sí, impactaste, pero aún no es suficiente.”


He aquí mi tercer secreto: la duda que me visitaba aún en medio del aplauso y que aún a veces lo hace. El cansancio que callaba aún cuando me celebraban, el miedo de que, si me detenía, me olvidaran. De que, si me permitía solo ser, dejara de tener valor.


Hasta que un día me pregunté algo distinto:

¿Y si mi valor no dependiera de lo que hago, sino de lo que soy?

¿Y si no vine a demostrar nada?

¿Y si, por el contrario, vine a recordarme que ya soy, incluso cuando no hago?


Fue una pregunta suave, pero revolucionaria, como me gusta decir siempre: una rebeldía amorosa. Una de esas que no exigen respuesta inmediata, pero que te cambian el rumbo del alma.


Desde entonces, he comenzado a caminar distinto, ya no tan rápido y ya no tan para todos. Hoy me regalo pausas, me celebro sin prisa y empiezo a experimentar la libertad de ser valiosa, incluso cuando no produzco, incluso cuando solo respiro, cuando solo abrazo e incluso cuando me abrazo solo a mí.


Y por eso hoy te comparto este secreto, porque quizás tú también lo has sentido: esa duda sutil, ese cansancio crónico de quien da mucho, pero aún siente que falta algo y ese miedo escondido de no ser suficiente si se detiene.


Y quiero decirte algo, por si necesitas escucharlo hoy:


Ya eres suficiente, no por lo que haces, sino por lo que eres y por todo lo que has sido, incluso en silencio.


Te dejo esta pregunta para que te la hagas, con esa amorosa rebeldía que invito a que te acompañe:


¿Qué parte de ti sigue exigiéndose, cuando lo que más necesita es que la abraces?

 
 
 

Comments


bottom of page